miércoles, 21 de marzo de 2012

Sin darme cuenta me encontraba en una oscura sala de espera, mientras sentía que el pasado se burlaba de mi audaz escapatoria, y al mismo tiempo el futuro se reía en mi cara. La incertidumbre acechaba a la vuelta de la esquina, y no hay hombre lo suficientemente valiente como para arriesgar su vida contra lo incierto. Increíblemente el reloj marcaba las doce de la noche y permanecía inmóvil, desafiando mis creencias mas profundas; me tentaba, y me recordaba lo insignificantes que somos todos, de rodillas ante el tiempo. Un penetrante frio alcanzaba llegar a mis huesos, quebrándome hasta el punto de titiritar, sin embargo yo permanecía estupefacto, con mi abrigo al alcance de mi mano. Veo gente caminar muy rápidamente, todos son diferentes pero todos buscan lo mismo… nadie lo encuentra. La oscuridad, permanecía de forma neutra a mí alrededor, no quería irse o quedarse allí conmigo pero su existencia era indudable. Cientos, no, miles de pensamientos inundaban mi mente de una forma simultánea e impresionante, y al mismo tiempo impredecible. Eventualmente llego a aceptar mis terribles pensamientos, pero jamás me acostumbré a tan severo tormento, y eran los recuerdos que llegaban a tener un efecto corto punzante en mi corazón. Podría decir que mis sentimientos estaban heridos, pero eso seria incorrecto, puesto que nunca basaría tal cosa en una impaciencia tan absurda como la que resoplaba por mi cabeza en aquel entonces.

De repente, una gentil caricia me despertó de mi doloroso parálisis mental y mi incertidumbre pareció aclararse por un momento, permitiéndome de forma caritativa volver al mundo que muchos llaman real. Supe en ese instante que era hora de continuar, y me acerque a…

CONTINUARA.

Nicolas Esguerra Jimenez

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